El
huésped principal es el hombre, aunque
parasita también a otros
animales de sangre caliente. Se encuentra en habitaciones de
viviendas de todo el mundo. Al no poder volar, las chinches de las
camas deben arrastrarse o dejarse transportar pasivamente en la ropa,
o más probablemente en el equipaje, mobiliario, libros y otros
objetos que usan como refugio. Su capacidad para resistir varios
meses sin alimentarse aumenta sus probabilidades de sobrevivir a
estas formas de transporte, y prueba de ello es la amplísima
distribución de estos insectos en todo el mundo.
La mayoría
de las
infestaciones de chinches de las camas se producen en
habitaciones de viviendas, generalmente en los dormitorios. Los
estadios juveniles y adultos comparten costumbres y pasan la mayor
parte del tiempo ocultos en grietas y ranuras, de las que no salen
hasta la noche, generalmente poco antes del crepúsculo, para
alimentarse de la sangre de los huéspedes dormidos. Sus escondrijos
estarán cerca del lugar en el que duermen los huéspedes: en el
bastidor de la cama o el colchón, el mobiliario, detrás de los
rodapiés o del papel pintad, cualquier lugar que ofrezca a estas
criaturas nocturnas un refugio oscuro para pasar las horas del
día.
Las
infestaciones tienen lugar especialmente en zonas
con alta concentración humana, como hoteles, residencias y colonias
de vacaciones.
En climas templados, las chinches de las camas
alcanzan el máximo demográfico a principios de otoño. En estas
fechas coexisten todas las fases del ciclo vital. Conforme se acerca
la estación fría, disminuye su actividad, cesa la puesta de huevos
y se ralentiza el desarrollo de las formas juveniles.
Las
chinches de las camas no se consideran transmisoras de enfermedades,
pero su actividad chupadora de sangre puede provocar fuertes
irritaciones en algunas personas, acompañadas de trastornos del
sueño, letargia y apatía, sobre todo en niños. Algunos casos de
déficit de hierro en niños se deben a un ataque masivo de chinches
de las camas. La picadura causa muchas veces una inflamación dura,
de color blanquecino, diferente a la de la pulga, que deja una mancha
roja oscura rodeada de eritema. Cada persona reacciona de manera
diferente a las picaduras, y algunas se inmunizan.
Los
excrementos confieren el característico aspecto moteado a sus
refugios, y sus "glándulas hediondas" impregnan las
habitaciones infestadas de un característico y desagradable olor a
almendras. Además, el mero hecho de pensar en ser presa de los
ataques de estos insectos es suficiente para que la mayoría de las
personas emprendan inmediatamente acciones para controlarlas.
Para
erradicar la infestación será necesario tratar a fondo los locales
con insecticidas adecuados, incluidas las camas, otros muebles y los
refugios en los tejidos de las habitaciones infestadas. Es
aconsejable contratar a especialistas en control de plagas, porque la
detección y el tratamiento minucioso de todos los escondrijos de las
chinches es un trabajo que exige experiencia.